Los karaokes

Me pudren los karaokes.

Resulta que cuando terminé con JG (este maldito hijo de puta siempre sale a colación), quedé hecha trapo. Era una vergüenza carajo!. La bellaca de mi madre organizó una chupa, preocupada por mi absoluta ausencia de lágrimas: “no vaya a ser que fulanita de tal, sucumba de inanición”. Eramos cuatro huevonas, cada una con un pasado amoroso más apestoso que zorrillo pringao de puchi de vaca.

Mi mejor amiga siempre tuvo la teoría pluscuamperfecta de que todo despecho se cura en el karaoke. Luego de unas cuantas huaris, que Podrida´s Mom compró para la ocasión, nos fuimos al Karaoke Azúcar (ese de la Av. Alemana). “Mierda”, dirán ustedes. Sí puej, fulanita de tal con dos huaris encima, en ese tugurio… lista para el microfonazo.

“Cojuda, tenés que cantar”, me dijo mi mejor amiga. “Mierda que sos perra. Querés que haga el ridículo. No vej cómo estoy”, le retruqué. “Vas a cantar mierda, o te agarro a manazos” (Dios nos cría y nosotras nos arrejuntamos). Como estaba media timidona, observé la lista de canciones sin mucho interés. Finalmente me decidí, ya había probado los manazos de mi mejor amiga, cuando yo la agarré a manazos en un despecho suyo.

Me levanté relativamente lúcida cuando dijeron: “Y ahora, fulanita de tal nos canta “La media vuelta”

“Te vas, porque yo quiero que te vayas…a la hora que yo quiera te detengo. Yo sé que mi cariño te hace falta…porque quieras o no yo soy tu dueña…”

Pa qué que la canté con sentimiento carajo!! Empezaba a disfrutar de la huevada esa y un peligroso estado de euforia se apoderaba de mí. De mi mesa me gritaban: “Eso cojuda” “Así se habla carajo”, y unos tibios aplausos del resto del boliche me envalentonaron.

Me senté, bebí otro trago seco, y agarré otra vez la lista de canciones, sabiendo de antemano qué tema pensaba cantar. Sólo quería el puto código. Luego de un vaso más, de tequila (“no hay despecho sin tequila” decía la despechóloga a mi oído). Otra vez la voz karaokeadora: Y ahora fulanita de tal nos canta “Si una vez…”

Yo…te di todo mi amor y másss…y tú no reconoces ni lo que es amar. Yo me puse dispuesta a tus pies…y tan sólo con desprecio me has pagado pero ahora ves.

Puta, hasta con coreografía fue la huevada esa. Hice los pasitos, el tun tun y rematé con: si una vez dije que te amaba, …no lo vuelvo a hacer…eso es cosa de ayer.
Carajo!!! El aplauso estuvo estridente y un impulso hizo que diga al micrófono abierto: “I LOVE YOU MOTHERFUCKERS”.

Como los que siguen la lectura de este puto blog saben, esa es MI señal para cuando el alcohol está por tumbar mis barreras de autodominio. Aún así, con señal y todo, volví efervescente a mi mesa, abracé a mis amigas: “Carajo cojudas!! Qué sería de mí sin ustedes mierditas”. Y los tragos empezaron a llover a la mesa, cortesía de unos viejos verdes, y otros cojudos karaokeros que se van a pescar peladitas a esos boliches.

Teníamos la mesa lleninga de obsequios, me sentía cada vez más al borde del éxtasis. Me preguntaba porqué culo no estaba en la lista Cry Baby de Janis Joplin. Finalmente mi mejor amiga me dice: “Cojuda, cantemos ESTA”. “Mierda, pero no me la sé muy bien”. “No importa, carajo, seguimos la pantalla nomás”.

La voz anunciaba: Y ahora fulanita de tal y menganita de tal, cantan “Rata de dos patas”

Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija cuanto daño me has hecho. Alimaña, culebra ponzoñosa, deshecho de la vida te odio y te desprecio…

A esas horas (2:30) el boliche estaba lleningo, todo sostén presente se sabía la canción y contagiadas por ese rencor etílico que emanaba de nuestro canto, se unieron a nuestras voces. Mierda, pensé yo, al sentir algo que dentro mío se rompía. Con cada línea cantada era tal la emoción y el sentimiento puesto, que de pronto me vi frente a una turba de borrachos, comprendiendo definitivamente lo que esa relación de mierda le había hecho a mi vida. Tenía 21 años.

Rata de dos patas, te estoy hablando a ti, porque un bicho rastrero, aun siendo el más maldito, comparado contigo, se queda muy chiquito.

La última estrofa fue gritada en medio del llanto, un puto llanto contenido, del cual se contagió la pelotudísima de mi amiga y luego se extendió a mi mesa, para incluso conseguir un par de adeptas espontáneas ajenas al grupo. Me sentía como una cantante de rock, sólo que sin el rock, así que con el permiso que brinda el alcohol, la juventud y el estado inconveniente, entre lágrimas le dije a mi público: Carajo…(me limpié la cara), váyanse a la mierda…

Me pudren los karaokes.