viernes, 21 de agosto de 2009

Los extraños

Y el frío de mierda ha vuelto. Me pasé el fin de semana viendo películas chotas y documentales. Una de las cagadas que vi fue The Grizzly Man...hay algo aterrador en ese documentalito, algo aterrador pero al mismo tiempo que te hace sentir seguro ante las campañas electorales que se avecinan JA!

Para que nos entendamos, un hijo de puta (Timothy Treadwell) cuya vida se había ido a la mierda, que durante un tiempo fue alcohólico y que casi murió de sobredosis de heroína…cambió su vida. No queridos…no fue Dios, ni el diablo, ni el pendejo elevado al cubo de Paulo Coelho el que rescató a esta alma descarriada. Fueron los osos grises.

Este camba decidió que los osos grises eran lo más cool del mundo, que él los entendía, que él los cuidaba y viceversa, así que durante 13 años, todos los veranos…se fue a convivir con ellos a una reserva de Alaska, violando toda norma de seguridad personal establecida por el gobierno y creyendo ingenuamente que así escapaba de la maldad de este mundo cruel. Ñoño.

El cojudo grabó todo en video, ahí veremos al ser humano en toda su fragilidad, haciendo monólogos sobre la vida y llorando cuando encuentra un animal muerto, mientras susurra con voz muy parecida a la de Michael Jackson: I love you, I love you.

Ajá. Resultado? Mi querido Timothy, es comido por uno de sus tiernos y peludos amigos, con cámara prendida y todo, descuartizado, y engullido como si se tratara de un picante de gallina.

Provecho, estarán pensando algunos JA! Como morbosa que soy, esperaba ver (bueno, escuchar) la “escena”. El oso viendo a ese bellaco que todos los años iba a meterse a su rancho pensando que ellos podían ser “una luuuzzz, brillando en la oscuridadddd”, hablándoles huevadas, intentando manosearlos, poniéndoles nombres ñoños y perturbando su hábitat. El oso decidiendo que ya estaba bueno el puterío y atacando al sujeto, al Grizzly Man.

Sin embargo, Herzog (el director) pensó que mostrar el “momento” era too much…MORITE HERZOG.

La historia es bien macabra…y yo no me encontraba del mejor de los humores para hacer introspecciones pelotudas. Rocco, que odia los documentales y el cine de autor, había guardado un enrarecido silencio, que sólo rompía yo…al exclamar: QUE OSOS MAS PACIENTES CARAJO!

Ya cuando los créditos empezaron a salir y deslicé mi mano por debajo de su chompa buscando al “muñeco”, el hijo de las mil putas lanzó la siguiente pregunta:

“FULANITA, NOSOTROS… QUE SOMOS?”

Lo dirigí una mirada capadora, queriendo gritarle si pensaba que esto era novela, una película de Julia Roberts o qué mierdas, que a mí no me venía a hacer preguntas pendejas.

“DECIME QUE SOMOS! Somos cortejos, amigovios, amigos, QUE SOMOS”

“Somos dos extraños más…que gritan en la noche cruel”…pensé inmediatamente recordando la canción de Frank Sinatra: Strangers in the night.

Quise abrir la boca, tuve la intención de por lo menos lanzarle mi archiconocido “ANDATE”, pero nada. Me levanté con la gracia que me brinda una hijueputez sin remordimientos, azoté la puerta de mi cuarto, tranqué con llave y puse a Queen a todo volumen. O sea, papito lindo, te conozco hace tres pinches semanas y vos ya estás como quinceañera desflorada…

Me dio mucha flojera explicarle, decirle que nosotros SOMOS más o menos como el documental que describo al principio. Yo soy como un oso gris, pendeja, solitaria, que tiene su hábitat, sus putas costumbres...un raro animal en extinción, salvaje, primitivo, peligroso, que cualquier rato te descuartiza y te hace mierda, pero te hace mierda con ganas, encima disfrutándolo…y Rocco, Rocco es como el bellaco ese, Timothy, que piensa que puede venir, invadir mi hábitat, hablarme como pelotudo, tocarme, ”amansarme”, ponerme nombres ñoños, y pensar que soy su “amiga”, su “algo”, cuando en realidad…soy su “nada”.

Rocco no quiere darse cuenta que yo no creo en corredores bioceánicos…ni en puentes, ni en hilos, ni pegamentos, ni en Baby I love your way, ni en nada más que involucre otra cosa aparte de jadeos y fluidos corporales, yo soy como cierto cabrón que una vez dijo con acritud…me gustaría ser libre, inimaginablemente libre. Libre como un ser abortado…

P.D.: la pinche foto corresponde al hijo de frayle de Aaron Jasinski. Qué cabrón pa usar colores.

P.D.2: Se lanza un nuevo concurso, auspiciado por un lector que quiere hacerle un extreme makeover a esta cagada de blog. En estos días se abrirá la convocatoria...con una sorpresa, sorpresa, SORPRESA de "premio". Muchos se van a ir de face contra el planeta, al leer semejante propuesta.

P.D. 3: Soy más inconstante que regla de cincuentona...me cagué en los viernes, en la actualización, en todo...mi nueva faceta de lienzos rellenos, y catres quejosos, ocupan TODO.

martes, 4 de agosto de 2009

Whisky

A los 5 años me tomaron una foto. Aparezco con un vestido rosado, el cabello peinado en dos trenzas, las manos en la boca y mirando fijamente la puta cámara con la cara que pone Bambi cuando le matan a su mamá (sí, la mamá de Bambi murió).

Esa es la única prueba física que existe de la vulnerabilidad que habitó en mí durante esos aciagos años que yo llamo “infancia”. Desde entonces aprendí a forzar la sonrisa, y "posar" como pelotuda.

Igual, ahora ya no me tomo fotos “sociales”, las odio. Me emputa congelar momentos, fingir “normalidad”, “pertenencia”. Salir abrazando o, mejor dicho, ABRAZADA por otros pelotudos que me valen verga y a los que yo les valgo verga. No falta el hijo de puta o la desgraciada, que sabiendo que odio las fotos, me roba el placer de la ausencia.

Uso la cámara para preservar otros estados, estados de ira, de empute, de odio a los demás, de tristeza, de soledad. No soy de esas que saldrán como boluda lanzando besos al vacío, o haciendo la pose de Marilyn Monroe cuando se le levanta el vestido.

No. Yo congelo esos momentos de mierda, en que otros pelotudos se hacen un tatuaje, se rapan la cabeza o se ponen un piercing. Estados en que los más marginales se abren tajos en el cuerpo, se meten los dedos a la boca, tragan pastillas, esnifan coca, se plantan un balazo o deciden eliminar a alguien.

Hoy me tomé una foto. En esta foto, ciertamente, no tengo 5 años, ni visto de rosado, ni mi cabello está peinado en dos trenzas, ni tengo mis manos metidas en la boca, y mucho menos miro a la puta cámara con la cara que pone Bambi cuando le matan a su mamá.

En esta foto, no hay “infancia”, tan solo abismo. El abismo del que Nietzsche hablaba alguna vez…ese que vos como hijo de puta mirás y que tarde o temprano, descaradamente... mira dentro tuyo también...