jueves, 12 de mayo de 2011

Black. Swan.

Plumas negras. Donnie Darko. Conejito, pozo, pócima. 28 días. 6 horas. 42 minutos. 12 segundos. Abismo. No es la flecha, es el indio. Reverso. Anverso. Te voy a dar el corazón. A Dios no le caes bien. Hipopótamos hambrientos. No quiero tomar tu mano. Destruir es crear.

"Aquel que lucha con Monstruos, cuídese de no convertirse en uno también"

lunes, 9 de mayo de 2011

La perra nostálgica

La perrez no es característica de algún género, sino un adorno de nuestra especie. En medio de toda la tipología que puede surgir al respecto, existe un espécimen muy común y emputante: La perra nostálgica.

La perra nostálgica es esa pobre cojuda a la que un hijo de puta le champó el muñeco y luego de que se dejaron, no pasó de ser un champe, o lo que carajos sea, la infeliz es como Osama Bin Laden, nuestras parejas nos dicen que ha muerto, que fue neutralizada, que “nada que ver”, pero la maldita está ahí, no sabemos si fruto de nuestra imaginación, si realmente existe, si nos la charlaron o se la charlaron, o atacará de entre las sombras, camuflada en el paso del tiempo, la distancia, o la ignorancia tuya de no saber el Fuck True History.


Esta perra nostálgica puede actuar de dos maneras: 1) la nostalgia cursi, ñoña y pedorra de un amor que ella piensa pudo ser el “amor de su vida”, y 2) la buscona, arrimada, ofrecida, puta, que quiere tener un resfalón en nombre de las viejas glorias.


No importa cuál de las dos sea, mi paciencia murió hace mucho tiempo, junto con la creencia en el “verdadero” amor, las buenas costumbres, la moral, Barack Obama y la delgada línea roja. Así que yo sería la perra psicópata, esa a la que se le chipa un cable y barre con todo a su paso, esa que si le da la gana puede tener detectada, hackeada y cagada a la perra nostálgica.


Mi última experiencia al respecto: Resulta que Pelotudo, tuvo un champe hace quichicientos años. Una tipeja insignificante, que se fue a vivir a otro país, y desde allá le pedía matrimonio (así de mensa es), Pelotudo la rechazó, sí, pero mi ojo avizor detecta que parte del vínculo con ella era su familia, específicamente hermanos, ya que ambos fueron compañeros de universidad de Pelotudo y grandes amigos suyos.


El tiempo pasó, hizo su blow job, la mamerta se casó, tuvo tres hijos, Pelotudo se metió conmigo, o en mí, y hasta ahí todo bien. Un buen día, los hermanos de la perra nostálgica avisan que vendrán a visitar Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Pelotudo me informa que la perra nostálgica está de venida también. Pongo mi cara de guácala, porque no es buena idea conocer perras nostálgicas. Nop.


Con la practicidad que me adorna y me hace una sobreviviente en este mundo cruel, recibo de brazos abiertos a esa manada, en especial a ESA, que ni bien me ve pone cara de culo estreñido. Cosa que me chupa los dos ovarios.


De ahí en más, le dije a Pelotudo que podía hacer un hueco muy grande ahí cerca de su páncreas y meterse a todos esos hijos de puta dentro, que no me joda, PERO cuando uno champa seguido parece que adquiere “obligaciones” y “responsabilidades” inherentes al catre, de las que no es tan fácil desentenderse. Aún así, mi carácter y paciencia (repito, inexistente) hicieron que viera a la individua solamente dos veces. Me revienta el roce social, y más aún el roce social hipócrita.


La perra nostálgica, llamó un día de esos, antes de irse, y le dijo a Pelotudo que ella “era una persona, no un fierro” y que se imagine “cómo se sentía”, que “no estaba preparada” para conocerme, para “verlo feliz”. Al lado de Pelotudo, yo, Podrida, estaba escuchando todo con cierta suficiencia.


Hablamos de una pobre cabrona que se casó hace 7 años, que no veía a mi latin lover desde hace 9 y a la que Pelotudo nunca le contestó los dos o tres mails que ella le mandó desde entonces (comprobado con un poco de violación a la privacidad virtual). Pelotudo (mente naif masculina), incrédulo le sacaba cuentas del tiempo que había pasado y de lo ridículo que era su discurso, ella sólo tartamudeaba.


Me extraña y horroriza cómo funciona la mente femenina. Esa fijación que tienen algunas pobres cojudas con ciertos hijos de puta que ni siquiera peen por ellas. No digo el resentimiento y el rencor, que son SALUDABLES para mantenerte lejos de verdaderos desechos humanos, sino esa cosa cursi, ñoña, absurda, pegajosa, que alimenta las nostalgias de ciertas bitches. Algo onda Atracción Fatal, La Boda de Mi Mejor Amigo, La Sirenita, y la relación de Christopher Robin con Winnie Pooh.


Para rematar, no sé si producto de las gestiones de sus hermanos, o producto de su sentimiento de culpa por desear al hombre de su prójima, antes de irse me dejó un regalo. Una pequeña cajita musical que toca Claro de Luna de Beethoven. Cuando lo recibí, abrí, miré, escuché…me dije: Qué maldita hija de puta, desgraciada, cabrona, perra de mierda.

Pensé en mandarle hasta Rusia un Ejti Stih, un Mamani-Mamani, ver la manera de comprarle un elefante bebé a través de internet, o enviarle una foto tamaño natural de Pelotudo chuto en la pose de El pensador o un Bustillos de su muñeco para que viva sentada ahí JA Después me la imaginé convertida en un muñeco vudú arrastrada en el remolino de un tsunami. No hay nada que me empute más que regalos compensatorios, caretas de gente cuya mentecatería me crispa. Las cosas que conservo, siempre son equiparables a los sentimientos que me provocan.


Pasaron cinco minutos de airada reacción. Finalmente, la calma llegó. Decidí usar el estilo americano, desaparecer la cajita de música, Claro de Luna y a Beethoven, decirle a Pelotudo que se perdió o que cayó al mar, y dejar que la perra tenga sus nostalgias tranquila.


Con la paz que brindan las turbias decisiones...me recosté en mi cama, leí un poco, apagué la luz, y ahí, sola, en el altar de mi habitación fui sacudida por lo que Nabokov denominó: La risa en la oscuridad.