La soledad siempre será la soledad.
Esa frase de mierda se me viene a la cabeza al cerrar este 2010.
No es que crezca, no es que madure, no es que los demás me sigan pareciendo una bosta, no es que la campanita ficticiamente alcohólica, temeraria, pendeja que habita en mí se niegue a mimetizarse con el mundo. NO.
Las bolas rojas, los villancicos, los mendigos, los bonos, las huelgas, la prostituida palabra esperanza, el amor que no es amor, el catre que sólo es catre, todo conspira para que en estos días mi ¨luminosa¨ presencia no sea un wonder bra anímico para nadie.
Ayer me emputé con alguien por ser alguien en mi vida. Ayer recibí un mail de esos que no me gusta leer, de esos que me escribe un huevastián xs, que sumido en la blogósfera piensa que el nick Podrida puede tener el más leve interés en su historia. Un cojudo que obnubilado porque en chico le dijeron que cuando crezca iba a tener esposa, hijitos, trabajo, y felicidad, creció y se vio sin nada.
Un animal que ahora (sin nada), con la navidad encima y toda esa falacia roja, blanca y verde intoxicándonos el alma, me escribe diciéndome que piensa acabar con esta vida asquerosa, suponiendo quizás que yo le diré: No, papito. No.
Podría tomar el ejemplo de Galeano cuando contó su experiencia en las minas de Lallagua (socavones de angustia), en un amanecer compartido con amigos mineros, alguno pidió al calor de la charla: "Y ahora hermanito, dinos cómo es el mar!", Galeano a sabiendas de que los mineros (no todo tiene un final feliz como en Chile) viven poco, mal, y prácticamente sepultados en vida, a sabiendas de las crueles enfermedades que sufren, de la existencia de mierda que llevan mientras nosotros cambiamos las preocupaciones de necesidad básica por dolores creados del vacío, a sabiendas de todo eso, y con la certeza de que nunca tendrían la posibilidad de conocer el mar...tuvo que llevar el mar con palabras, hacer que el mar los moje, que el mar les deje la piel salada y los ojos rojos, y seguro, hasta les habló de sirenas...
En mi caso, yo no hablo de sirenas, ni de mares que no podás conocer. Ni de la sal y lo rojo. A estas alturas, es al pedo.
De lo único que puedo hablar, porque estoy segura, y se los digo bien clarito, sobre todo al hijo de putañoñosuicida es que: Hace muchos, muchos años, descubrí que el acto supremo de rebeldía contra la vida es... seguir viviendo.
Ajá. Pendeja y tercamente, como tiene que ser.